Terrorismo e historias

Es lunes, el tercer día de la novena del 2016. Un terrorista conduce un camión en medio de un mercado navideño alemán. Mueren doce personas atropelladas. Me sentí asustado. No por ISIS, no por temor a conocer a una víctima, no. Tuve miedo porque se habían dado cuenta. Esa gente con ideas radicales y ganas de llenar el corazón de la gente con angustia se dio cuenta de ese viejo adagio del transhumanismo: somos tecnología. No tenemos autos, sino que construimos exoesqueletos para transportarnos.

Durante mi adolescencia, las protestas entre estudiantes y policías eran tan frecuentes como los escándalos en tiempos de Trump. Uno no podía vivir sin enterarse. Dos veces tuve que salir corriendo por efectos del gas. Un espectáculo con guión pre-aprobado, topaban en la América y Ramírez Dávalos. Los estudiantes y vándalos lanzaban piedras, y los policías bombas lacrimógenas. Siempre. Si alguien de verdad quisiera romper un cerco policial, pensaba yo entonces, sólo necesitaba subirse a un carro y acelerar. Atropellar a todo el que se ponga en frente. Yo haría algo así si secuestraran a mi padre, me dije.

Lo vi el 30 de septiembre de 2010. Un conductor usó su pequeño camión para derribar a los policías que impedían el acceso al presidente herido —que dramático todo esto— en las inmediaciones del hospital de la policía. A pocas cuadras de mi casa. Ese mismo jueves, algunos policías me agredieron por pararme frente a un par. De nada, Correa. Se amontonaron a mi alrededor como perros callejeros cuando uno les muestra carne. Me empujaron a mí y a otro señor. Él tropezó, yo salí corriendo. A él lo pisaron. Yo fui tembloroso a mi casa mientras mi ex novia me insultaba, por ser gil. Entendí por primera vez el miedo al uniforme. Nunca antes se me ocurrió pensar en ellos como «los malos».

Y aquí es donde ustedes se imaginan lo siguiente. En lugar de policía es un ejército. En lugar de ser un jueves es cada día. En lugar de ser un cualquiera, es tu casa, tu pueblo, tu familia, tu hermana, tu mamá. Y aún más importante, no estás solo. Querer entender no es justificar (aquí un excelente artículo en inglés al respecto). Este tipo de historias, que conectan fácilmente con la gente, son las que escuchan esos suicidas. Son adoctrinados no sólo para estar convencidos de que tienen el derecho a lastimar a otros, sino que es un deber. Y además es parte de una conspiración aún mayor, que envuelve dioses y demonios. Y así se gana el cielo. Vas directo al cielo. Ese momento, ese sacrificio que en el cristianismo se representa por Cristo queriendo ser crucificado para salvar a su gente, eso en su versión radical. Esa narrativa es aquella con la que combatimos.

Uno no puede ganar al terrorismo sin historias que superen la imaginación de quienes adoctrinan psicópatas. Con una década torturando terroristas, el gobierno de Estados Unidos aprendió que poco se obtiene en esa clase de interrogatorios. Lo que sí funciona (y lo pueden escuchar en esta entrevista en inglés) es construir una relación personal con estas personas y ofrecerles una narrativa distinta a la que imaginan. «Hablarles de su vida familiar, hablar acerca de las repercusiones de sus acciones y ofrecerles bondad (…) cambia su perspectiva y prácticamente pone hace que se pongan en contra de su organización». Tres historias han probado ser efectivas para des-radicalizar terroristas.

  • Dios es un dios de paz: Clérigos musulmanes que dialogan con detenidos encarcelados acerca de las verdaderas enseñanzas del Corán sobre violencia y el jihad.
  • Puedes darle un futuro a tu familia: A menudo se ofrece financiamiento de la educación de sus hijos u ofrecer capacitación profesional para sus esposas.
  • Estás evitando la conversión de otros: Un programa en Indonesia utiliza antiguos militantes que ahora son ciudadanos respetuosos de la ley para convencer a los ex terroristas de que la violencia contra civiles compromete la imagen del Islam.

Escribo esto, que suena obvio y cliché, por dos razones. La primera se que los medios de comunicación son tontos útiles de quienes perpetran actos terroristas, amplificando imágenes crudas, rostros ensangrentados, lo que sea necesario para incrementar su audiencia. Su modelo de negocios tiene ese terrible defecto de estar sintonizado con aquella de los terroristas, y ese es un gran problema.  La segunda es que muy pocas personas en este continente hemos tenido la oportunidad de compartir con gente musulmana. No es justo que su «gusto en conocerlo» sean estos spots de odio que son las noticias sobre atentados terroristas.

La pregunta para conversaciones casuales, por Aaron Swartz

Traducido por Andrés Delgado de una publicación que Aaron escribió en su blog cuando tenía 19 años.

Uno de los rompecabezas menos importantes en la vida estadounidense es qué preguntar a la gente en las fiestas, de tal manera que uno llegue a conocerlos.

«¿Cómo estás?» es, por supuesto, una mera formalidad. Sólo la persona más afligida daría honestamente una respuesta negativa.

«¿A qué te dedicas?» es algo ofensivo. En primer lugar, realmente significa «¿qué ocupación tienes?» y, por lo tanto, implica que haces poco fuera de tu ocupación. En segundo lugar, implica que la ocupación de alguien es el hecho más relevante acerca de su vida. En tercer lugar, rara vez conduce a una investigación más útil. Ya que sólo a partir de un puñado de ocupaciones, podrás decir algo relativamente relevante, pero incluso esto, sin duda, será un poco molesto u ofensivo. («Oh sí, siempre pensé en estudiar historia»).

«¿De dónde eres?» es aún menos fructífera.

«¿Cuál es tu especialidad?» (en el caso de estudiantes universitarios) se vuelve amarga cuando, como sucede trágicamente en la mayoría de los casos, los estudiantes no sienten verdadera pasión por su especialización.

«¿Qué libro has leído recientemente?» hará que la mayoría deestadounidenses que no leen se autoinmolen o, en el mejor de los casos, obtendrás únicamente un confuso resumen improvisado de un libro al azar.

«¿Qué cosa interesante has aprendido recientemente?» pone a la persona en la mira y conduce inevitablemente a titubeos y posteriormente a algo que no es para nada interesante.

Propongo que, en cambio, preguntemos «¿qué has estado pensando últimamente?» En primer lugar, la pregunta es extremadamente abierta. La respuesta podría ser un libro, una película, una relación, una clase, un trabajo, un hobby, etc. Incluso mejor, será el que sea más interesante de entre éstos en ese momento. En segundo lugar, envía el mensaje de que pensar, y pensar sobre pensar, es una actividad fundamental del ser humano y, por lo tanto, la estimula. En tercer lugar, es más fácil de responder, ya que por su naturaleza está preguntando lo que ya está en la mente de la persona. En cuarto lugar, es probable que conduzca a un diálogo productivo, ya que pueden discutir juntos sobre el tema y, ojalá, progresar en ello. En quinto lugar, es muy probable que la respuesta sea novedosa. A diferencia de los libros y ocupaciones, los pensamientos de la gente parecen tener una variedad sin fin. En sexto lugar, ayuda a capturar la esencia de una persona. Un trabajo puede ser forzado por las circunstancias y origen, pero nuestros pensamientos son verdaderamente nuestros. No puedo pensar en una mejor manera de juzgar rápidamente lo que una persona es en realidad.

En este contexto, uno puede darse cuenta que «¿en qué has estado trabajando últimamente?» es claramente inferior, aunque similar.

Así que, ¿en qué has estado pensando últimamente?


Esta traducción está dedicada al dominio público, en memoria de Aaron.