Línea de sombra: El Quito de los abuelos

Quito fue indígena. Siete de cada diez abuelos (hablando del quiteño promedio) tienen estirpe de piel oscura, estatura baja y cabello lacio oscuro. Así lo comentaba el guía de ladrillos de Quito en la primera caminata a la que asistí. Nos hacemos una idea de cómo fueron los barrios gracias a fotografías en blanco y negro donde las calles de tierra, la arquitectura neo-colonial y carrozas están, efectivamente, acompañados de rostros indígenas.

Mi abuela paterna falleció antes de mi alumbramiento, no la conocí. Mis otros abuelos tenían efectivamente facciones indias. Mi abuela Carlota trabajó en el mercado de San Francisco, logrando que sus alrededores se conviertan en motivo de nostalgia para los Ron Salas.

Quito, para mí, también tiene alma indígena. Mi vida pos-moderna se pone en pausa cuando me cruzo con uno de ellos (tengo ese defecto de observar el rostro de la gente con poca vergüenza). Traigo esto a colección porque el libro del Efrén: 46 páginas en blanco y negro con fotografías del centro. El único Quito al que le queda alma, dice. Ciertamente «La línea de sombra» nos la muestra.

Foto-ensayo de Glenna Gordon: Niñas nigerianas en edad escolar son raptadas

Texto original en la página web de la autora. Copyright de las fotos de Glenna Gordon.

En su cuaderno, Hauwa Nkeki escribe una carta a su hermano, «Querido hermano Nkeki, millones de saludos van a ti miles a tus amigos cero a tus enemigos». En otra página, ella lista los nombres de sus amigas que son chicas «buenas», «estúpitas», y «arriba en la mesa», las mejores.

Hauwa es una de las cerca de 300 chicas secuestradas por militantes islámicos de Boko Haram el 14 de abril desde su escuela en Chibok, una villa remota en el norte de Nigeria. El nombre de Boko Haram se traduce toscamente a «educación occidental en pecado» y ellos creen que las chicas no deben estar en la escuela y que los chicos únicamente deben aprender el Corán.

En el transcurso de los últimos años, Boko Haram ha quemado pueblos hasta dejarlos en cenizas, ha usado reclutamiento forzoso, y ha participado en una insurgencia contínua que el ejército nigeriano amplifica. Miles han muerto y la región ha sido devastada. Nadie le puso mucha atención antes de que las niñas fueran secuestradas.

Un frenesí mediático empezó y la cobertura de las protestas fue extensa. Pero lo que se perdió en la mayoría de la cobertura fueron las propias niñas.

A las niñas tampoco se las encuentra en mis fotos. Pero, no podemos entender las cosas que no podemos ver, y yo quería hacer visibles a las niñas.

Los uniformes escolares de las niñas las hacen reales, individuos distinguibles. Uno fue hecho al apuro, con puntadas desordenadas e hilos de colores distintos. Otro fue utilitario. Un tercer uniforme estaba especialmente sucio y raído. Ha sido cosido una y otra vez en los costados, rasgado y reparado, probablemente el único uniforme que ella haya tenido.

En su cuaderno escolar, Elizabeth Joseph escribió la definición de la palabra Gobierno: «la palabra «gobierno» sugiere cosas diferentes para gente difente. Cuando usamos el término «gobierno nigeriano» usualmente nos referimos a la suma total de gente y institución que hacen y cumple la ley dentro de nigeriano». La portada del cuaderno es verde limón, amarilla, morada y azul. Tiene la silueta de una niña soplando una burbuja.

El gobierno nigeriano le falló a Elizabeth y a otras chicas de Chibok. La verdad es que es poco probable que regresen. Así que estos cuadernos son sus últimas palabras.

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

Las gafas

Hoy estaba caminando por el parque y descubrí estos lentes, los vidrios miraban al suelo. La última persona con la que me topé camino allá fue un anciano y esto me hizo pensar que tal vez él, o algún contemporáneo suyo, olvidó los lentes en el parque. Todo —la banca, el desgaste del cristalino, la desmemoria, la soledad— fue un profundo testimonio de lo que nos hace la vejez. Se me escapó el aire en un suspiro. Me senté al borde imaginando cómo el viejo (un yo futuro) se quitaba los lentes y los abandonaba involuntariamente. Experimenté eso opuesto al saudade.

Una foto publicada por Andres Delgado (@andresdelgadoec) el

Colibrí asustado

El día de hoy caminaba al almuerzo cuando vi a dos colibríes volando bajo. Uno aterrizó cerca de un árbol que estaba a pocos centímetros de mí y otro, más grande, lo picoteaba insistente y agresivamente. Espanté al alterado y el otro se quedó quieto, intimidado. Voló libremente después de un rato.

Colibrí