El romance está arruinando al amor

Soy de esas personas que se obsesiona con las cosas. Por ejemplo, hace dos semanas, escuchaba Pasos de cero de Pablo Alborán varias veces al día. No contento con eso, busqué otras versiones de la canción y otras canciones del mismo autor. Para mi buena suerte, no encontré nada bueno, así que tuve que cambiar de obsesión. Ahora escucho Surface Pressure varias veces al día. Esta última canción viene en la banda sonora de Encanto, un musical animado. Las canciones fueron compuestas por Lin-Manuel Miranda y son espectaculares. La película parece tener agujeros en el argumento, pero envejece bien. Su fortaleza no es el guión intrincado o las sorpresas, sino la composición, la animación, los detalles del momento. En cierto sentido, es una de esas películas que hace homenaje al vivir en el presente. (Otra canción hermosa es Dos Oruguitas, interpretada por Sebastián Yatra y compuesta originalmente en español).

Religión para ateos

En fin, tengo un comportamiento obsesivo. Mi más reciente víctima es Alain de Botton, que de alguna manera se coló en mis suscripciones de YouTube (básicamente videos de ajedrez, ciencia y esculturas de chocolate). El video en cuestión tiene ya nueve años y es parte de «Ideas at the House», un ciclo de conferencias que se da (¿daba?) en la casa de la ópera de Sydney (sí, ese teatro que parece barquito). Religión para ateos me atrajo porque, a pesar de ser ateo, creo en el valor de la religión. Si han seguido mi blog desde sus inicios, habrán leído un poco de esa nostalgia.

No sé qué visión tengan ustedes del ateísmo, pero si tuviera que explicarle al Andrés del pasado, aclararía que. no somos miserables, no estamos enojados y sentimos empatía por las otras personas. En pocas palabras, no somos tan diferentes y disfrutamos de las mismas cosas. Nos gustan los conciertos (todavía me llena de emoción cantar el Ave María, tanto como en el colegio). Disfrutamos de congregarnos con gente a comulgar sobre lo que es sagrado. Pero más importante que todo eso: necesitamos profundamente una guía para ser mejores personas.

No sé si lo sepan, pero cada vez hay más ateos en el mundo. Y a diferencia de los creyentes, nosotros no podemos colapsar en medio de la crisis e ir a refugiarnos en el templo. Eso no existe. No podemos acudir a una comunidad que nos brinde apoyo durante las diferentes etapas de nuestro duelo. Eso no existe. Y tampoco existe un catálogo de libros que nos ayude a convertirnos en mejores personas. Necesitamos tanto de la razón (la búsqueda de la verdad) como de su equivalente irracional (la búsqueda de la perfección emocional). Ahora está de moda hablar de «mindfullness», pero creo que imaginar la emoción perfecta es una mejor manera de explicar el tema: los ateos necesitamos eso.

Con esto en mente, Alain de Botton empezó School of Life, una especia de escuela filosófica para gente seglar. Irónicamente, parece una iglesia. La gente recibe folletos al llegar y las conferencias inician con canciones. Una de mis favoritas es la charla sobre el pesimismo que inicia con la interpretación de Suzanne de Leonard Cohen. Arte como terapia incluye imágenes sobre las obras discutidas en la ¿ceremonia? Además de charlas, School of Life ha creado videos, libros y ofrecen asesoría para ser mejores personas. No todo es gratis, pero una buena parte del material educativo está disponible en inglés sin barreras de acceso. Pero entre los videos que no están disponibles en español está su conferencia sobre el romanticismo.

Ángeles viviendo la experiencia humana

El cuerpo se me va hacia donde tu estas
Mi vida cambió… El ángel que quiero yo

La charla sobre el romanticismo empieza con Angels. Esta pieza de Robbie Williams sirve como pretexto para establecer que el romanticismo ha reemplazado a la religión en nuestra sociedad. Si antes buscábamos al padre perfecto en la religión, ahora buscamos a la persona perfecta en nuestra pareja. Ya no nos casamos por conveniencia (como se hacía antiguamente) sino como un acto de fe. Dejamos que nos guíe nuestra intuición y cuando sentimos que alguien nos va a hacer sufrir de la manera adecauda, hemos encontrado al verdadero amor. Pero dar ese «sí, acepto» implica varias cosas. Una, que somos el uno para el otro y para siempre. Por eso, tuvimos esos momentos donde no necesitábamos decir nada, porque teníamos un entendimiento implícito. Nos desnudamos y desnudamos al otro, más allá del sexo. Una consecuencia directa de casarse con un «ángel» es que esperamos comportamientos sobrenaturales. Aquí está una lista no comprehensiva. Una pareja ideal:

  • Nacio para ti;
  • Te acepta tal cuál eres y no quiere cambiarte;
  • Entiende tus necesidades sin necesidad de que digas nada;
  • No se interesa en otras personas porque existe exclusivamente para hacerte feliz;
  • Dura para siempre.

En fin, una serie de valores absolutos que, más temprano que tarde, va a darse de frente con la realidad. Alain lo dice de una manera mucho más poética: «En muchos sentidos, el matrimonio es algo bastante desagradable para hacérselo a alguien a quien dices amar». El origen de las incompatibilidades está en que la gran mayoría de nosotros tiene un punto ciego: lo que no sabemos que no sabemos sobre nosotros. También están aquellas que conocemos y no nos gustan. Tú evitas aquellas cosas que te avergüenzan o te exponen. Decirle «me siento solo» a tu pareja o «que guapo ese chico» traiciona el amor idelizado del romanticismo. Aún más importante, las soluciones implican romper la ilusión de la pareja ideal. Dialogar con tu pareja sobre por qué está equivocado implica que (1) no es perfecto, (2) no intuye qué te sucede y (3) no te hace feliz.

En un nivel más profundo, también implica reconocer que cada uno de nosotros es un ser roto. Que no podemos ser perfectos sino suficientemente buenos. Ese autoconocimiento es el que nos lleva a conectar nuestros defectos con experiencias casi siempre de la infancia, y nos hace reconocer a ese niño asustado en el adulto con el que decidimos casarnos. Y ojalá y lo reconozcamos y le tengamos la misma paciencia. Al final, la lección que nos deja el video es que somos pésimos para reconocer defectos.

Cuando te rompes el brazo, todo el mundo sabe que algo te pasa. Si te duele algo, seguro lo googleas y tienes varios potenciales diagnósticos antes de ir al médico para que te asegure que no es cáncer. Pero cuando tenemos problemas de vida, apenas y tenemos el vocabulario adecuado para entender qué nos pasa y jamás consideramos edificarnos a través del autoexamen y la educación emocional. El romanticismo es otra creencia que necesita de una revolución personal profunda (similar al ateísmo), sin que esto implique alejarnos de su «religión»: los rituales que nos permiten amar y conectarnos a un nivel profundo con la pareja (amigos o familiares) que tenemos en el camino.

Un Dios sin humanos

Cuando niño, a mí me enseñaron que los seres humanos somos creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1, 26), esto quiere decir que nuestra apariencia y nuestra inteligencia es parecida a la del Dios de la tradición judeocristiana, nuestra capacidad de dialogar, de pensar, de crear, incluso de dudar de la existencia de Dios se derivan de él según este dogma. En otro pasaje de la Biblia, se indica que Dios nos conoció antes de que naciéramos y que somos producto de su diseño:

En el vientre de tu madre tejí con amor tu organismo, y plasmé en ti la imagen mía (Jeremías 1,5).

Lo que es aún más importante, muchos sostienen aún estas creencias. Puede que el matiz varíe pero la gran mayoría de la población afirma mantener una fe cristiana/católica.

Pero ¿cuál es precisamente la imagen de Dios? ¿Qué atributos vienen incluidos «de paquete» cuando nacemos y cuáles son ganados a través del tiempo? Responder a estas preguntas es prácticamente invocar la historia de la filosofía del pensamiento humano, porque a nosotros nos encanta imaginar, elucubrar y hacer hipótesis cuando no tenemos una respuesta concreta y así, hemos elaborado muchísimos postulados en base al poder de las ideas solamente.

Hoy no vamos a repasar esas historias, porque no quiero responder una pregunta tan importante con algo poco tangible, creo que sería más apropiado pensar en qué contexto esta naturaleza divina se desarrolla lejos de la intervención humana. Y fuera de los relatos de la biblia, o cualquier otro texto que se atribuya ser sagrado, el único ejemplo que se me ocurre es el de aquellos niños que han sido abandonados por sus padres y han tenido que sobrevivir únicamente con las herramientas que les dio la naturaleza, con ese tejido divino del que escribió Jeremías: los niños ferales.

Wild Child: The Story of Feral Children (2002) es un documental dirigido por Jonah Weston que muestra las historias de Genie, Victor y Oxana; tres niños que por diversas razones perdieron contacto con sus padres y se criaron lejos del contacto humano, dos de ellos fueron «rescatados» por perros mientras que a quien se denominó Victor, fue encontrado sin mayor historia sobre sus antecedentes. Wild Child nos muestra muchas cosas importantes relacionadas al aprendizaje del lenguaje y a lo que significa ser humanos, pero lo que a nosotros nos interesa de verdad es qué tan bien le fue a ese componente divino nuestro antes de volver a la civilización ¿cómo se manifestó el diseño inteligente del creador?

Les fue mal, los que se criaron con perros aprendieron a ladrar, a recoger comida con los dientes, a morder a niños humanos y a saltar obstáculos y aterrizar con cuatro patas. Las deficiencias de empatía fueron corrigiéndose con el tiempo, los niños aprendieron a interpretar las sensaciones humanas, de la misma forma que lo hacen nuestras mascotas. Jamás aprendieron a decir una sola palabra por su cuenta y, una vez sometidos a terapia, les resultó bastante difícil adaptarse a la condición humana. Parece que el padre John Culkin, un sacerdote jesuita, tuvo razón cuando escribió (con base a las ideas de su amigo Marshall McLuhan):

Nos convertimos en lo que contemplamos. Construimos las herramientas, luego ellas nos construyen.

¿Qué significa esto para quienes dicen que somos criados a imagen y semejanza de Dios, por Dios? Significa que esa naturaleza es totalmente dependiente de nuestra cultura y conocimientos para llegar a un estado evolutivo funcional a lo que nosotros consideramos como un ser humano pleno, que un dios sin humanos es poco más que cualquier otro animal de la naturaleza o quizás, desde una perspectiva un poco más optimista, que la divinidad se manifiesta a través de los seres humanos, en otras palabras, somos Dios ya que sin nuestra intervención esa imagen ideal simplemente no existiría.

La creación de Dios, por Irene

La creación de Dios, por Irene

La hoja que pesa más que 412 libros

El día de ayer compartí una noticia de Russia Today en Español, que habla de un Meta-Análisis realizado en la Universidad de Rochester (EE.UU.), el cuál muestra una correlación negativa entre la inteligencia analítica y la religiosidad. Noticias de este tipo, o con resultados totalmente opuestos, se publican todo el tiempo pero ésta me pareció especialmente valiosa, más adelante explicaré por qué.

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Casi inmediatamente recibí respuesta de uno de mis amigos religiosos, la cuál decía textualmente:

«Chico Xavier era creyente, y escribió 412 libros de ciencia, medicina y filosofía, sólo habiendo terminado primaria. La inteligencia, o capacidad para resolver problemas no es tema a ateísmo o de fe, sino de tenerla, compartirla y hacerla que sirva a los demás».

No es la intención de esta publicación el comprobar quién tiene la razón, ni tampoco iniciar una discusión acerca del tema (aunque esto a veces se vuelve inevitable en internet), pero sí quiero compartir con ustedes algo que casi no sale de las aulas universitarias pero que, debido a la gran cantidad de información que recibimos diariamente, es imprescindible conocer en el mundo de hoy.

¿Cómo evaluar información?

Desde el inicio de nuestro tiempo, los seres humanos nos hemos asombrado ante lo desconocido, y producto de ello hemos buscado formas de descifrar todo aquello que no entendemos; y sería maravilloso que ésta fuera la única motivación cuando alguien publica algo (aparentemente de forma arbitraria), pero no es así. Existen intereses económicos detrás de muchas publicaciones médicas, religiosas, incluso en aquellas que encuentras diariamente en tu periódico o canal de televisión favorito. También está la necesidad de la gente de defender sus creencias como una forma de supervivencia psicológica y muchas otras formas de fraude que Ben Goldacre puede resumir mejor que yo.

Pero la mayoría de nosotros lucha por saber la verdad, así que merecemos conocer cómo se fabrica la información y qué peso le debemos dar a cada cosa que vemos o leemos.

Mi amigo menciona las obras de Chico Xavier, una persona que dijo poder comunicarse con los espíritus del más allá y que escribió cientos de libros cuyas ventas generaron dinero que financió muchas organizaciones sin fines de lucro (algunas de ellas espiritistas), sin obtener ganancia personal por ello. No estamos aquí para discutir sobre Chico Xavier sino sobre el punto en discusión en cuestión. ¿Demuestra esto la inteligencia de una persona? ¿Qué hay sobre los libros que escribió sobre medicina? ¿Cuán influyentes fueron para el avance del conocimiento humano en conjunto? ¿Cuántos pacientes fueron salvados por sus métodos? ¿Son replicables? ¿Cualquier médico puede aplicarlos? ¿Salvaron alguna vida?

Todos tienen una opinión, es verdad, pero cuando se trata de la aplicabilidad del conocimiento las opiniones son irrelevantes y lo que importa es el conocimiento que pueda ser comprobado por cualquier otro ser humano, y que toda persona pueda utilizar. En eso se basa precisamente el método científico, y tras años de experiencia, hemos desarrollado una pirámide que nos ayuda a saber qué publicaciones tienen más o menos validez.

Así pues, 412 libros son totalmente insignificantes cuando si es que hablan de cosas que nadie más puede comprobar, no representan aporte alguno al conocimiento humano aplicable, que es el que en última instancia mejora nuestras vidas. No es diferente, en la práctica, que la opinión de un niño de tres años acerca de la formación de nubes, o la de un paciente psicótico hablando acerca de la vida fuera de la tierra.

Todo nace a partir de una idea, una opinión, una hipótesis, no lo niego, e incluso un loco o un niño puede abrir el camino hacia descubrimientos infinitamente significativos, pero con recursos y tiempo limitados, debemos ser más cuidadosos al decidir a qué dedicarle atención. Una recomendación válida es empezar revisando que SÍ sabemos, en el caso de la medicina por ejemplo, es mucho más efectivo trabajar sobre lo que hemos estudiado por décadas, que atribuir una curación a métodos que nadie puede comprobar (como sucede con el espiritismo de Chico Xavier). Hace cosa de un mes conversaba con mis compañeros de trabajo, quienes al no ver que me santiguaba frente a una imagen de la carretera me preguntaron si era ateo. «Sí», mi colega odontólogo continuó «¿Y los milagros? ¿qué pasa con eso?» Mi respuesta fue algo parecido a esto: Yo no digo que no existan nada como los milagros, aunque no haya presenciado ninguno, pero incluso si existieran, pasan de forma casi excepcional. Incluso si fueran reales, no merecen mucho de mi atención, puesto que existen formas de intervención humanas que son mucho más efectivas a la hora de mejorar la salud humana, de salvar vidas y mejorar su calidad. Cosas que no dependen de una opinión o una creencia. Mi aproximación hacia cualquier artículo escrito y publicado físicamente o en internet no es distinta, así se trate de una revista científica, si la escriba un reconocido ingeniero o un famoso pediatra. Da igual.

Yendo un poco más allá de las opiniones están los experimentos, alguien hizo algo que le dio resultado. Por ejemplo se escuchan algunos casos de gente que reza y consigue lo que quiere, o de personas que afirman construir máquinas de movimiento perpetuo. Está bien. Eso es algo más creíble, pero las preguntas que uno debe hacer entonces es ¿volverá a suceder si se repite el experimento? ¿es el resultado de otros factores o de aquel especificado por el autor? Para poner un ejemplo, 9 de cada 10 ‘gripes’ son autolimitadas y las personas pasan sus peores días durante la fase inicial de la enfermedad, en la segunda semana están cansados y toman casi cualquier cosa y finalmente sanan (cosa que hubiera sucedido a pesar de no tomar nada) y de repente tenemos miles de curas efectivas para la gripe.

Cuando un experimento parece tener resultados positivos hacemos las cosas más difíciles; nos aseguramos que la gente que está en medio del experimento no sepa que lo está (a eso en ciencia se denomina cegamiento), y cuando el investigador también se incluye dentro de este protocolo se llama doble-ciego.

Usualmente se ciega a los participantes al no decirles cuando se les da un medicamento o un placebo (una pastilla de pura azúcar), para así comparar los efectos de ambos. Esto no vale sólo para las medicinas, sino también para cualquier intervención. Por ejemplo al asociar gente expuesta a la religión o no (o que afirma tener una creencia en dios), la exposición al sol, el uso de TICs, el escuchar música rock, etcétera. Cuando además estas intervenciones se asignas al azar, pues las publicaciones ganan peso.

En la cúspide de esta pirámide de evidencia están los meta-análisis, los cuáles nos ahorran el trabajo de discernir todo esto que acabo de nombrar, analizan los conflictos de interés, los métodos de estudio, la posibilidad de sesgo y muchas otras cosas que hacen que una publicación se califique como verídica y, por tanto, resulta verdaderamente útil. IMPRESCINDIBLE.

Como mencioné, el artículo al inicio del artículo hace referencia precisamente a un meta-análisis, el cuál lamentablemente no está disponible para su visualización gratuita, aunque así debería ser. Y aunque parezca una frase en una noticia nada más, es producto del perfeccionamiento humano para generar conocimiento. Son muchas de nuestras generaciones dando validez a la información y, sencillamente, esa página pesa más que los 412 libros escritos por Chico Xavier.