El miedo al bullying como vía al desarrollo

La renuncia del Secretario Nacional de Planificación y Desarrollo no fue sorpresa sino la cereza del pastel tras su disposición irrevocable del uso obligatorio del transporte público masivo para los ministros y asambleístas. En el país había una mezcla de picardía y ¿esperanza? Ahora que la gente en el poder debía pasar junto a ellos todo el tiempo. Algunos incluso viajarían los fines de semana en los buses interprovinciales, habría la oportunidad de decirles las cosas en la cara, todos los días, de clavarles la mirada cuando hayan levantado la mano sin pensarlo.

«¡Para que usen las súper-carreteras!», decía don Medardo con ironía, mientras chocaba la botella de cerveza con otros choferes en el paradero de Tandapi. El alcalde de Quito estaba preocupado,  ya tenía suficientes roces con el oficialismo como para ahora tener que ahondar esas diferencias por el servicio de trolebús o de ecovía. ¿Aumentar la seguridad sería bien percibido? ¿se quejarían del tráfico matutino? Pero nadie temblaba como los asambleístas, que pasaban de una vida con comodidades de gánster a ser uno más del pueblo. Decían tener el respaldo de la inmensa mayoría pero les aterraba la idea, el partido de gobierno analizaba la posibilidad de enviar a los afiliados como guardaespaldas encubiertos, pero luego descubrieron que aunque podían darse el lujo de hacerlo ocasionalmente, el gasto diario pronto los quebraría, aunque tuvieran el 5% del salario de sus empleados públicos.

El ministro de telecomunicaciones le solicitó en televisión pública al presidente retirar la disposición de quedarse con el 12% de las utilidades de los empleados de empresas de telecomunicaciones y casi inmediatamente el secretario del Buen Vivir pidió un reajuste del presupuesto de su cartera de Estado para mejorar el transporte público. Había miedo al bullying.

La medida había excluido al Presidente de la República y nadie sabía por qué. ¿Querían medir cuál miedo era más poderoso? ¿Necesitaban un diálogo público generado por la nueva condición socioeconómica de los transportados? Algunos ministros renunciaron, había terna de dónde elegir pero los candidatos declinaban, el gremio de conductores de autobús ofrecía postulantes en comunicados públicos que no escatimaban en ironía.

El mercado de bienes raíces cercano a las dependencias del Estado estaba en su apogeo, también florecieron las consultoras que realizaban manejo de crisis. El personal del CNE leía con resignación:

Aplicando el principio de igualdad, se ha decidido que las y los servidores públicos del Consejo Nacional Electoral también deberán usar de forma obligatoria la transportación pública masiva.

La gente pedía reelección.

Invertir más en ciclovías genera más ahorros a largo plazo

Artículo original de Adele Peters

Invertir en una red de carriles para bicicletas totalmente separados podría ahorrar a las ciudades enormes sumas en el largo plazo. Pero muy poca inversión en infraestructura endeble en realidad podría disminuir el entusiasmo por el ciclismo.

Por cada dólar invertido para crear nuevos carriles separados para bicicletas, las ciudades podrían ahorrar tanto como 24 dólares gracias a menores costos de atención de salud y disminución de la contaminación y el tráfico, de acuerdo con un nuevo estudio de investigadores de Nueva Zelanda.

«En este momento en la mayoría de ciudades dominadas por automóviles, es fácil justificar el gasto para transporte en nuevas carreteras como una respuesta al aumento de la utilización del automóvil, a pesar de los impactos negativos que esto tiene sobre el medio ambiente y la salud de las personas ahora y en el futuro», dice la autora principal Alexandra Macmillan. «Queríamos explorar algunas opciones de política que eran realistas, asequibles, transformadoras y saludables».

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Si bien ya hay investigaciones que respaldan los hechos de que el ciclismo nos hace más felices, nos da más energía, nos brinda mayor capacidad de concentración, reduce la gordura, y nos hace más saludables en general – y que las ciclovías hacen que más gente use la bici, e incluso impulsan los negocios locales – este estudio puede ser el primero en ver cómo los diferentes tipos de inversiones en infraestructura para bicicletas retornan la inversión a las ciudades en un mediano plazo.

Los investigadores examinaron Auckland, Nueva Zelanda, que actualmente no es un lugar particularmente amigable con las bicicletas y utilizaron simulaciones por ordenador para modelar diferentes escenarios para nuevas inversiones relacionadas con la bici-, incluyendo ciclovías regulares, carriles compartidos con autobuses y carriles totalmente separados.

Encontraron enormes diferencias: Si la ciudad construyera una red de carriles separados y se ralentizó la velocidad del tráfico, podría incrementar el ciclismo en un 40% en 2040, pero la adición de unos pocos carriles en algunos lugares sólo pudiera aumentar el tráfico de bicicletas en un 5%. Cuantas más personas usen la bici, mayores ahorros en costos se sumarían para Auckland – el factor más importante es la reducción de los costes sanitarios. Una inversión menor tendría poco impacto; la ciudad es tan antipática a las bicicletas que se necesitan cambios importantes.

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En las ciudades dominadas por los automóviles, un pequeño aumento en el ciclismo tiende a conducir a más lesiones en bicicleta y muertes, por lo que otras personas desarrollan más miedo a viajar en bicicleta. La manera de superar ese problema, concluyeron los investigadores, es hacer un compromiso mayor para mejores ciclovías.

«Hemos concluido que es necesaria una inversión importante en infraestructura para superar este efecto amortiguador de los temores sobre la seguridad de ir en bicicleta, que es mejor comenzar por cambios de alta calidad en las vías principales y en calles locales, para las ciudades con bajo ciclismo y un uso importante del automóvil, y que estas inversiones pueden tener beneficios de un orden de magnitud mayor que los costos, si se los hace bien», dice MacMillan.

Aunque el estudio se centró en Auckland, los investigadores piensan que los principios generales se aplicarían a otras ciudades donde los autos gobiernan la carretera. «Auckland es muy similar en diseño y patrones de transporte a muchas ciudades de Estados Unidos, por lo que esperamos que nuestros resultados sean relevantes para los EE.UU.», explica MacMillan. Los ahorros exactos serían diferentes; el estudio no estaba tratando de predecir el número exacto, pero muestran cómo los diferentes escenarios se comparan entre sí.

El estudio ya está empezando a influir en los responsables políticos en Auckland, y los investigadores esperan que continúe para marcar la diferencia. «La marea está cambiando, creo, en Nueva Zelanda y en muchos otros países que han dejado de lado la bicicleta en las últimas dos décadas», dice Alastair Woodward, un co-autor del estudio.

«Tiene sentido en muchas maneras traer de vuelta a la bicicleta, y esto está sucediendo. Pero sólo lentamente. Esperamos que nuestro estudio y otros como él, fortalecerá el brazo de los políticos que están tratando de cambiar el status quo».

[Fotos: Paul Krueger]

El costo del «open science»

Revisando uno de los documentos pos-cumbre de la FLOK Society, el de Ciencia colaborativa, abierta, libre y común, me siento algo incómodo con algunos de sus argumentos. Una traducción del texto original en inglés quedaría algo así:

A diferencia de otros factores de producción, sin embargo, el conocimiento no es un recurso escaso porque no se agota con su uso. De hecho, el reto de tratar al conocimiento como un recurso capital es que el conocimiento es altamente fungible. Es decir, el conocimiento puede ser fácilmente digitalizado, incrementado, y transmitido como información a casi cero costo. Como un bien público, cualquier número de personas puede construir, consumir y utilizar el conocimiento sin necesidad de agotar su valor (Stiglitz, 1999).
La escasez puede ser una condición previa para la economía de la oferta y la demanda, pero el conocimiento en sí mismo no es un recurso escaso.[1]

La negrilla es mía y está ahí para señalar los puntos que encuentro como conflictivos, uno por no contar con un respaldo adecuado de evidencia y otro por requerir un amplio debate sobre realidades y expectativas sobre gestión del conocimiento. Previamente en el artículo se mencionan el acceso abierto a publicaciones y los datos abiertos como nuevas oportunidades de generación de conocimiento, pasamos también por concebir al conocimiento como una materia prima de donde se extrae nuevo valor agregado, y desde este punto de vista es comprensible pensar que habiendo más y más datos disponibles se los podría «minar» y fácilmente ampliar el pool de conocimiento actual.

Mi cuestionamiento parte de que no en todas las áreas de la investigación científica se puede elaborar nuevos datos a partir de los existentes en la misma proporción y donde se hace esto a veces conduce a nuevas necesidades que implican un alto costo de investigación. En mi campo, por ejemplo, se puede argumentar que las revisiones sistemáticas aportan ciertamente nuevas luces sobre el valor real de la información que está publicada y se pueden establecer nuevas guías de tratamiento que reduzcan gastos públicos o privados, mejoren la tasa de supervivencia de los pacientes o eviten efectos adversos por prescripción indebida, por citar unos pocos ejemplos. Quienes hemos leído revisiones sistemáticas, sin embargo, sabemos que una de las conclusiones más frecuentes es «se necesitan más estudios». ¿Qué significa esto y cuál es la implicación real de esto si hablamos en términos de creación de conocimiento?

Hace casi un año ya, Forbes publicó un artículo donde examinaba cuál es el costo promedio de una innovación famacéutica (en base a un estudio realizado en 98 empresas). Uno de los factores a tener en cuenta es que el 95% de las investigaciones farmacéuticas no arrojan un producto funcional. Así, el costo de generar un medicamente varía entre 385 millones de dólares — para pequeñas compañías que lograron convencer  a un gran inversionista una vez eludido cierto riesgo de inversión — hasta 4 ó 5 mil millones por cada nueva medicina producida. Esto puede sonar excesivo, muy seguramente una parte sustancial de esta inversión va a engordar bolsillos, pero si uno entra a un laboratorio farmacéutico entenderá que muchos de los costos sí tienen que ver con los montos necesarios para infraestructura, personal, y sobretodo las 4 fases que comprenden un ensayo clínico experimental, tres de las cuales suceden previas a la comercialización del medicamento.

Uno podría argumentar entonces que la revisión sistemática de un sólo medicamento puede producir nuevos resultados a un costo cercano a $0, y que podemos difundir eso a la velocidad de la luz poniéndolo a disposición de toda la gente con acceso a Internet y llamar a la liberación de toda la información científica, pero el asunto es que para que eso haya sido posible primero se gastaron millones de dólares en el mundo material. Si queremos asegurar el desarrollo científico y el incremento del pool de conocimientos, debemos garantizar un ingreso mínimo y flexible a la investigación. Los otros elementos de la apertura científica nos ayudarán a no poner un sobreprecio a esta cifra mediante la implementación de procesos más eficientes producto de la transparencia. Si ese ingreso se debe obtener a través del acceso a la información, mediante impuestos a los centros de investigación o la población en general, es otra discusión.

El ejemplo anterior no es, lo admito, una muestra significativa de todos los campos de la ciencia. En cada uno de los campos corresponderá hacer un ajuste según sus necesidades. Incluso el de la medicina farmacológica podría variar enormemente el momento en que seamos capaces de simular mediante computación todos los efectos de una droga en la totalidad de la población con un índice de confianza alto, reduciendo drásticamente el costo, pero las preguntas a responder son las mismas:

  1. ¿qué cantidad de dinero necesito garantizar para investigación si requiero mantener su sostenibilidad?
  2. En base a la situación económica de mi economía de escala (país, región, continente) ¿de dónde puedo obtener ese ingreso? ¿es más eficiente cargarlo al artículo mediante instrumentos como el derecho de autor o financiarlo con impuestos directos? ¿Obtendré más renta posterior con innovaciones subsecuentes al «liberar» mi patente o debo proteger mi invención al tener poca capacidad de evolucionar en futuros productos?

Si me preguntan, no hay consenso, además de haber muchos intereses, existen muchos prejuicios e ignorancia sobre el tema. Lo más apropiado sería realizar un amplio debate público, al menos con los actores clave y posteriormente definir una metodología para hacer este cálculo. Si me preguntan, se debería establecer un modelo matemático que permita su aplicabilidad en varios campos. Creo que entonces podríamos heredar a la siguiente generación (metafóricamente hablando) una cantidad significativa de conocimiento liberado, una deuda específica en pos de liberar conocimiento y de asegurar la sostenibilidad de futuras investigaciones y una metodología que permite lidiar con la débil frontera entre lo tangible y lo intangible.
Referencias:
[1] Barandiaran, X.E. & Araya, D. (2014) Free/Libre, Open and Collabor­ative Science (v.1.0). Buen Conocer ­ FLOK Society Policy Document 1.2. Quito: IAEN (Instituto de Altos Estudios Nacionales).

Open Science

Censura previa

No importa mucho cómo, el asunto es que me di cuenta que tenía una oportunidad única y la estaba desperdiciando. Tenía a mi lado al presidente de la república y pensé: ¿Qué debo decirle? Siempre criticas a la gente por tener la oportunidad de haber dicho algo importante y haberse perdido en el momento.

— Señor presidente, hay algo que quería decirle.

— Sí dígame — me responde mientras me adelanta con paso acelerado.

— Espere, me gustaría — le digo mientras lo tomo del brazo — que fuéramos por este lugar más tranquilo, porque lo que le quiero decir es importante.

El presidente accede mientras camina lentamente con esa frente arrugada que caracteriza a sus momentos de seriedad. Claro que es muy serio lo que le tengo que decir, cualquier cosa que le diga al presidente debe ser seria, el problema es que ahora mismo no se me ocurre nada. Tengo que pensar rápido ¿por dónde empezar? ¿qué es lo que podría llamar su atención y conducir a lo que realmente le quiero decir?

— Señor, la gente está muy molesta — empiezo a balbucear no muy seguro de lo que realmente le quiero decir, no puedo decir TOTALITARISMO, perdería mi oportunidad — le molesta mucho todos los impuestos.

— Pero…

— Yo sé que el Estado está justamente para eso, pero la gente no lo sabe, pero creo que debería…

De repente, me despierto. Un poco molesto por darme cuenta que mi genio creativo más profundo no pudo articular adecuadamente en el momento preciso, pero también burlándome un poco de lo ingenuo que puede parecer pensar que él no sabía que estaba siendo impopular, que las medidas que estaba tomando se veían desastrosas. De repente, me invade otro pensamiento, como si el sueño no hubiera terminado.

El presidente anuncia por cadena nacional que ha reflexionado y concluido que en un país en democracia no se puede tomar decisiones que afectarán a todas las personas desde una oficina cerrada. «Haremos una consulta popular, a pesar de los costos que esto representa, para preguntar a la gente sobre la explotación del campo ITT, en la consulta también preguntaremos sobre la enmienda constitucional, para que todas y todos los ecuatorianos se manifiesten sobre el futuro de la patria»,

Fue bonito imaginar por un momento que el presidente pedía a sus equipos de trabajo que realizaran una explicación detallada y en lenguaje sencillo sobre los retos que enfrenta la economía ecuatoriana y lo que lo impulsó a explotar el ITT. Y entonces, cuando quise pensar una analogía para las reformas constitucionales me reí de mí mismo ¿en qué cabeza cabe que alguien que propone reelección indefinida, centralización del presupuesto, entre tantas otras cosas, pensaría en una consulta popular? José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch, dijo que las reformas propuestas «facilitarían que el gobierno aplique restricciones arbitrarias a medios de comunicación y utilice habitualmente a militares en operativos de seguridad pública, y al mismo tiempo dificultarían que los ciudadanos puedan presentar denuncias judiciales en casos de abusos».

Quise describir mi experiencia inmediatamente, me contuve… ¿Era ilegal? Con el reciente aprobado código penal se tipificaban como delitos insultos en redes sociales ¿cómo lo iba a tomar el presidente? Bueno, seguramente no lo leería. Pero claramente señaló ayer que quien lo llame fascista debe probarlo sino ¿vas preso? Y lo que estoy escribiendo ¿podría ser considerado como una acusación de intento de una dictadura blanda institucionalizada? Censura previa.

Si yo pienso así ¿qué pensarán los periodistas? Eso explica porque las salas de redacción ahora tienen igual número de editores que de abogados.

Me asusto de ese miedo. Me horroriza la posibilidad de que eso sea permanente. Escribo.

Apertura científica

«La ciencia es la creencia en la ignorancia de los expertos»- Richard Feynman

La apertura científica está caracterizada por una apertura en los procesos, la disponibilidad de los datos y metodologías, por el hecho de que cualquier persona pueda verificar lo que está escribiendo el investigador bajo las condiciones apropiadas, y por la posibilidad de utilizar los resultados de la investigación (esto se conoce como acceso abierto). Si lo sistematizamos un poco, esto queda algo así:

  1. Transparencia en la recolección de datos y en las metodologías de observación y experimentación;
  2. Disponibilidad pública de los datos, en un formato adecuado para su reutilización;
  3. Transparencia y accesibilidad de la comunicación científica;
  4. Uso de herramientas en línea para facilitar la colaboración científica.

Al igual que sucede con el software, no basta liberar el código. Muy pocas personas podrán realmente utilizar ese conocimiento, sino se acompaña de un formato amigable al usuario, de ser fácilmente indexado por los motores de búsqueda más comunes, que uno pueda copiar el texto sin tener que pelear con el PDF, entre otras cosas. El problema es que bajo el paradigma actual—»Trabaja, termina, publica [en un diario reconocido]»— no contribuye a hacer amigable al conocimiento; es algo totalmente secundario y hasta podría resultar hasta contraproducente.

La apertura científica implica:

  • «Perder» tiempo arreglando el formato
  • «Perder» reputación al publicar en un diario de libre acceso que no te otorga más puntaje dentro de las evaluaciones clásicas, o que incluso podría empeorar tu reputación por publicar en diarios «de menor calidad».
  • Esta pérdida de reputación a su vez tiene efectos en el acceso que un investigador pueda tener a laboratorios y herramientas que se encuentran dentro de instituciones que buscan precisamente personal prestigioso. Sin buenos laboratorios, el científico no puede ahondar más en su material; finalmente,

Estos factores generan un impacto en los ingresos del investigador y también de las universidades que los financian. ¿Qué haría que los investigadores incluyan estos «costos» dentro de sus proceso de investigación y publicación? O en otras palabras ¿cómo evitamos la externalidad de la exclusión de una gran cantidad de la población al conocimiento científico?

La puesta en práctica de un nuevo paradigma—»Trabaja, termina, publica, libera»—debe ser institucionalizada. La inclusión de datos y metadatos en la web debe ser un requerimiento por parte de los rectores de ciencia e investigación.[1]

Es mala idea aplicar los mismos parámetros para quien escribe un cuento y quien investiga el cáncer. Es necesario incluir políticas que aseguren transparencia en el desarrollo de las investigaciones científicas, así como una nueva metodología de publicación, al menos para aquellas investigaciones que reciben fondos públicos, sino para todas aquellas que se encuentran dentro del sistema de investigación.

Adicional a esto, hay que enfrentar el problema de que el conocimiento es secuencial, y que muchas de las antiguas publicaciones cerradas son la base para nuevos artículos, parece ser necesario entonces que en estos repositorios abiertos que menciona Creative Commons, se sepa distinguir entre estas dos categorías: verificable [por cualquiera] y no verificable. Esto con el objetivo de advertir, pero también de demostrar lo perjudicial que pueden ser los sistemas cerrados de publicación y su fomento mediante una alta calificación a los mismos.

Los investigadores pueden y deben exigir reformas a los sistemas de evaluación en universidades y otras instituciones para salir del Lock-in que representa el modelo actual de gestión del conocimiento científico y el público en general debe ser concientizado sobre esta problemática. Esto es clave para conseguir el apoyo a reformas políticas que actualmente podrían parecer «sui generis» o «noveleras».

La formación de una revista científica robusta que funcione a manera de repositorio abierto para las publicaciones del Sur (y aquellos que desde el Norte quieran unirse a la iniciativa) debe ser puesta en marcha, los estándares y calidad deben ser iguales o mejores que aquellas de las revistas científicas clásicas. La revisión de pares debe y permanecerá hasta que otros métodos sean igual de confiables o mejores.

Notas:

[1] Esto no puede hacerlo sólo un país. Si un gran porcentaje de la producción científica se encuentra ubicada en el hemisferio sur, sobretodo en Asia, es factible que una cooperación Sur-Sur determina un cambio en la forma en que hacemos investigación y divulgación científica.

El término original bajo el cual se puede encontrar muchísima información en inglés es «Open Science», ciencia abierta. He preferido no usar ese término porque denota una subdivisión de la ciencia (abierta y cerrada); eso no existe, sino que los protocolos y comportamientos científicos se han alejado del buen uso que le debemos dar al método científico. Lo que necesitamos no es una «ciencia abierta», es más apertura científica.

El núcleo conceptual del artículo gracias a Dan Gezelter y su artículo «What, exactly, is open science», http://www.openscience.org/blog/?p=269

La versión original de este artículo ha sido editada y archivada.