Los libros son mejores que las vacaciones

Pediste vacaciones y volviste a la oficina más cansado que al salir. Te ha pasado y la razón es simple: tus días como consumidor no se detienen durante las vacaciones, se intensifican. Planificar el viaje, contratar la agencia, pagar los boletos, escoger el hotel, verificar que haya internet, sacar plata por adelantado si no hay cajero porque ¿efectivo o tarjeta? Tu mal llamado asueto no es sino la culminación de la «libertad» que el capitalismo ha preparado para ti.

Desde los seis años no has parado. Jardín de infantes, escuela, colegio, universidad, trabajo, más universidad, tal vez matrimonio, trabajo. Para ti «desconectarte» es apagar el celular el tiempo que aguantes antes de encender la tablet. Nunca has tenido la oportunidad de sencillamente vivir sin estar detrás de algo o alguien.

¿Has visto la película «Click»? Morty, interpretado por el brillante Christopher Walken, le regala a Paul (Adam Sandler) un control remoto con el cual puede surfear a través de su propia vida para saltarse las partes calamitosas, aburridas, molestas o conflictivas. Todo va muy bien hasta que un buen día el control remoto —una vez guardadas las preferencias del usuario— decide adelantar capítulos sin que se presione botón alguno. Tú eres Adam Sandler y el control remoto es tu cerebro. No puedes esperar que el control no adelante capítulos durante las vacaciones si lo has programado durante toda tu vida para hacerlo. Te encuentras acostado en una hamaca frente al mar, pero tu cerebro está en el futuro, repasando los detalles del informe que debes presentar al volver. Juegas pin pong y un poco de billar pero tu control remoto está ya calculando si lo que tienes en el bolsillo alcanzará para pagar la  factura en el check-out.

Viajar —huir— siempre parece buena idea, pero en verdad es sólo llevar al control remoto de paseo. Para disfrutar realmente de tus vacaciones, debes hacer del descanso un hábito diario. Y no hablamos de simplemente tener tiempo libre —que se diferencia del trabajo porque al menos en este último te pagan por tu alienación— como dice Bob Black, uno debe valorar el valor de la pereza, pero «nunca es más satisfactoria que cuando sirve de intermediaria entre otros placeres y pasatiempos».

El ejercicio, la ejecución del arte, y la contemplación son vacaciones diarias. Y entre estos últimos la lectura es un deleite exquisito y adictivo que logra apagar esas alarmas inconscientes que nos recuerdan los mensajes del celular o los pendientes en el correo electrónico. Una investigación realizada por Mindlab International, demostró que leer (ficción) es más relajante escuchar música, tomar una taza de té, o incluso caminar. La American Library Association incluso promueve la biblioterapia como un tratamiento para la depresión no severa, después de ver al médico en lugar de ir a la farmacia, vas a la biblioteca. “La capacidad lectora modifica el cerebro”, dice el neurólogo Stanislas Dehaene —reprograma el control remoto.

Y como al mal paso más vale darle prisa, les quiero dejar un libro que me ha gustado mucho y que, de paso, lo pueden compartir con niños y grandes por igual, para que empiecen a descansar desde hoy:

Pequeño hermano